De dominación eran las fantasías masoquistas de Sévérine, protagonista de Belle de jour, la fantástica película de Luis Buñuel que se proyectó la semana pasada. Nos llamaba la atención de esta obra la fluidez entre realidad y sueño, entre lo que sucede en la vida cotidiana y lo que sólo en la mente de Sévérine, aunque la incongruencia onírica de sus fantasías nos permitiera detectar, a veces después de unos minutos, no siempre con certeza, cuándo la película se había deslizado hacia los exclusivos dominios de su mente. En el film de Fassbinder no se plantea esa disyuntiva porque es en sí mismo la materialización de un universo de fantasía: con personajes que parecen sacados de un videoclip de los Village People y su esteticismo nebuloso de película porno elegante, "Querelle" despliega sin trabas una prototípica imaginería de erotismo gay, centrada en su protagonista, un apuesto marinero cuyo poder de fascinación y caprichosa crueldad arrastra a la perdición a quienes le conocen.
El famoso verso de Oscar Wilde, "cada hombre mata lo que ama", aparece en forma de cabaret y sitúa genealógicamente la obra de Fassbinder como icono de la cultura gay, alineando las senbilidades de Wilde, de Genet y la suya propia en una eficaz escenografía donde el sexo es reto, el amor es traición y la belleza es crimen.