el martes pasado cuando propuse Las damas del bosque de Bolonia (Bresson, 1945) no sabía muy bien por qué esa película había venido a mi mente después de ver La posesión (Żuławski, 1981) y todavía me resulta un tanto misterioso.
Cuando recuerdo Las damas del bosque de Bolonia la recuerdo como una película, pero al mismo tiempo como la inmersión visual en un relato que, atravesando un trozo de vida, da acceso a una dimensión que normalmente permanece oculta. Entrar en una película como una experiencia de intensidad cuya memoria, al igual que en los cuentos que escuchamos en la infancia, se queda en el cuerpo. Y pienso que en cierto sentido algo que pretendía La posesión, a partir del mostrar hasta la extenuación una emocionalidad gestual y física extrema, es encarnado por Las damas del bosque de Bolonia en su lograr mantener por debajo extremadamente lo que se muestra. Una contención no contenida sino arrebatadora y única que se va apuntando a partir de gestos adivinados en los ojos, en la presencia precisa de lágrimas -en esta película pasan muchas cosas en las lágrimas- , en el recorte de los diálogos y en el tramar de una trama a partir de una ruptura emocional que se crea como si pudiéramos ver desde la superficie los efectos externos de los más secretos deseos, las fantasías del rencor, los movimientos psicológicos, los miedos, como si se abrieran incisivamente ante nosotros y pudiéramos compartirlos desde un lugar improbable y justo, participando de una especie de fatalidad ejecutada.
Os invito a ver, a atravesar la gruta hacia el otro lado de las lágrimas, el próximo martes 8 de octubre a las 20:00h en la sala 3.11 de La Ingobernable (Calle Gobernador 39).