En Entrevista—Encontrar las palabras pudimos ver cómo el encuentro fortuito del joven Anri Sala con una vieja película de 16 mm sin sonido, en la que Valdet, su madre, aparece entrevistada, le hará emprender la tarea de recuperar el audio desaparecido, quizás en un intento de comprender el presente a partir del diálogo con las voces perdidas del pasado.
La confrontación de la madre con ese antiguo fragmento espacio-temporal le devolverá una imagen desconcertante; no se reconocerá en las palabras vacuas de esa joven militante que, envuelta culturalmente en la ideología comunista de la dictadura albanesa, era entrevistada a finales de los setenta. Después de casi 20 años, una enorme fractura parece abrirse en el transcurrir del tiempo, y apenas unos débiles hilos permiten todavía conectar ambos mundos.
Mientras Anri Sala remueve los rescoldos del pasado, el tiempo no se detiene y Albania vive uno de los episodios más trágicos de su historia contemporánea, quedándose a las puertas de una guerra civil. El reflejo de estos sucesos, que inquietan a la madre, es resuelto por el director con la aparición de algunas noticias de informativos internacionales.
Mikhalkov entrevistará con constancia a su hija Anna desde los 6 hasta los 18 años, haciéndole siempre las mismas preguntas: “¿Qué es lo que más te gusta? ¿Qué es lo que menos te gusta? ¿A qué tienes más miedo?” Por tanto, hemos pasado de un hijo interesado por las respuestas de su madre, a un padre que se interesará por las de su hija. Y lo hará proyectando su mirada, como si intuyese que en realidad son las imágenes del presente las que contienen el germen del futuro.
Quizás sea ésta la razón por la que la dictadura pretendía tener un control férreo sobre la grabación de imágenes, incluidas las familiares, y por la que parte de la película tuvo que ser rodada clandestinamente. Mediante censuras y grandilocuentes puestas en escena, el régimen pretendía conservar su hegemonía sobre la construcción de los discursos y de las imágenes sociales. Pero Mikhalkov nos mostrará cómo, al margen de esa mediática realidad del poder, existe la realidad de la gente, de esa gente que, como Anna, disfruta de algunas cosas y tiene miedo a otras.
(Próximo martes 25 de julio, a las 20 horas en la Ingobernable, c/ Gobernador 39)