Y es que, si el protagonista era perfectamente consciente del ridículo de mantener una unión, que se había convertido en una situación desagradable, al menos para él, y del absurdo de responder ante coordenadas morales, que poco o nada tenían que ver con lo que a él le interesaba en la vida, no percibía, como suele ser habitual, lo que ello conllevaba para aquella otra parte de la cuestión cuya vida se organizaba orbitando a su alrededor. La promesa de una vida, para una mujer, ya que la experiencia propia le habían enseñado que poco valía, se encontraba siempre de la mano de un hombre. Y tenían que aferrarse a eso, porque era el único horizonte que existía.
Esta premisa puede parecer irrelevante más allá de lo morboso, pero el relato trasciende a sí mismo al enmarcar la “estafa”, que así la llaman, a la que se habían descubierto sometidos por la sociedad en la que les tocó vivir. Y, como siempre, la mujer sale peor parada. La película se graba en el momento en el que la actriz se encontraba interpretando a Carmen, la protagonista de “Cinco horas con Mario”, una obra en la que una mujer mantiene un monólogo mientras vela el cuerpo de su marido. Al igual que en la película, este monólogo sirve de alguna manera para “rendir cuentas” con su matrimonio, desvelando a las claras la falta de comunicación, que solo tiene lugar cuando uno de los partícipes se encuentra de cuerpo presente.
Os esperamos este martes a las 20:00 h en la tercera planta de La Ingobernable, Calle Gobernador 39, para verla, comentarla y pensar juntas la siguiente película.