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Sesión martes 29 de junio - La casa de los insectos (Kiyosi Kurasawa, 2005)
Pocas palabras y planos fijos del interior de una casa sostienen la relación de una pareja. Ella no puede más. Quizá si se hace crisálida finalmente volará.
Posdata: por fi, ya toca algo de horror en Chantal
Texto de Brenda Bascones
El barco fantasma (1943, Mark Robson, 70 min, Estados Unidos)
El barco fantasma, (The Ghost Ship) es una película de 1943 dirigida por Mark Robson y producida por Val Lewton. Val Lewton producía películas más o menos de terror muy baratas y cortas que se ponían en los cines antes de las películas más serias y más cortas. En unos pocos años produjo unas diez películas que se supone que son de miedo aunque son también películas de soledades y de mundos frágiles e inciertos (y de ellas ya vimos en el cine-club La séptima víctima y Yo anduve con un un zombi). A veces los directivos del estudio, la RKO, le daban simplemente un título, por ejemplo Cat people, y le encargaban que, por poco dinero, hiciese una película que pegase con el título. En el caso de El barco fantasma el encargo no fue el título, sino rodar en un decorado de barco bastante caro que habían construido para otra película y que querían rentabilizar. Ese rodar historias pobre en decorados caros es quizás una de las cosas que vuelve sus películas tan extrañas, a veces como sueños, a menudo como pesadillas. El barco fantasma es más bien de las pesadillescas, pero no una pesadilla alocada o incoherente, sino una pesadilla angustiosamente lógica y coherente, una pesadilla con forma de trampa que se cierra. El punto común con la película de la semana pasada es, en un principio, que también hay una operación hecha en el mar, aquella era en un faro en una isla azotada por la tormenta, en esta es una operación hecha en un barco en calma pero lejos de cualquier médico, una operación hecha por manos inexpertas y dirigida por radio. Es el momento clave de la película, pero es también mucho más elíptico que la operación de la semana pasada. Además de esa operación, hay algo sobre el ambiente cerrado del barco, tras el ambiente cerrado de la isla, aunque aquí la naturaleza humana resulta mucho más inhóspita, y también algo sobre un sentido de la autoridad, un sentido quizás viril, que se expone con calma y que con calma va aterrando. Es, quizás, una película sobre la locura que puede haber en una palabra: "autoridad". O sobre la locura que hay en hacer de una única palabra el eje en torno al cual construir toda una vida. Es una película sin fantasmas pero no sin abstracciones ni poderes invisibles. Una película realista.
Texto de Pablo García Canga
Es la sesión número 13 del Tele-cineclub, un número misterioso, supersticioso a más no poder... hay incluso un nombre para la fobia que ejerce en algunas personas: la triscaidecafobia. ¿De dónde vienen los miedos irracionales? La semana pasada, en L'amour d'une femme veíamos ese recelo de la comunidad a la mujer médico recién llegada. Un miedo, o por lo menos una falta de confianza, que tenía que ser aplacado una y otra vez por el buen hacer en su trabajo salvando gente. Pero ese pulso continuo acaba haciendo mella en la vida de la persona, ¡demasiadas exigencias! Es como si al pronunciar las palabras mágicas “te quiero” se activase, como en un conjuro, una crisis del tamaño de un tsunami que pusiera en riesgo la profesión y la autonomía construida durante años. Todo un absurdo, una irrealidad amenazante.
Esta crisis de identidad de la protagonista, ese ambiente asfixiante que nada ayuda… me hizo recordar Inland Empire, la última película de David Lynch que pudimos disfrutar en pantalla grande. Laura Dern interpreta a una actriz de Hollywood que, por una suerte de embrujo, acaba en una película-laberinto en la que se mezclan realidad y ficción en múltiples niveles, donde la identidad se disuelve en varias historias entrelazadas en un ambiente pesadillesco, de una textura digital alucinante. Una experiencia que sobrepasa lo que estamos habituados a ver, muy lírica y removedora. Hay algo en el dolor de ella que, a mi parecer, da continuidad a las lágrimas con las que la película anterior terminaba.
Texto de Enrique Esteban
Durante muchos años las mujeres que no encajaban por su independencia e inconformismo fueron acusadas de brujas. Muchas eran curanderas, conocedoras de la medicina de las plantas. Sin duda, la protagonista de la última película que hemos visto (L'Amour d'une femme) habría sido condenada a la hoguera de haber nacido en aquellos años oscuros.
En ocasiones este rechazo era generado por algo involuntario, inconsciente, casi ajeno a la propia acusada. Esto es lo que le ocurre a Thomasin, protagonista de esta historia, la hija adolescente de una familia puritana en Nueva Inglaterra en 1630, que se ve envuelta en una escalada de sospechas y acusaciones, aún más dolorosa al venir de aquellos que deberían protegerla.
[En este sentido me recuerda a la protagonista de La Bruja Lois, la novela corta de Elizabeth Gaskell en la que narra los juicios de Salem. Un relato escalofriante no por lo sobrenatural sino por todo lo contrario, por sacar a la luz el lado más oscuro del ser humano]
La Bruja es una película que no se sirve del susto fácil para “dar miedo”. Es una película de atmósferas, en la que el aire se va volviendo cada vez más irrespirable y en la que sientes que algo no está bien; y este algo que está/es el mal lo va envolviendo todo y a todos.
Un cuento de hadas oscuro como aquella época fanática y supersticiosa.
Y como trasfondo nos plantea la eterna pregunta de hasta qué punto no es el entorno el que nos empuja a convertirnos en lo que somos, aunque en ocasiones esto sea algo terrible y monstruoso.
Texto de Ana Esteban
El baile (1959, Edgar Neville, 91 min, España)
Esta película es una danza entre diferentes momentos de dos mujeres encarnadas por la misma actriz ¿A qué baile va? Yo diría que el de la vida. Una vida en tres actos. Dos hombres girando en torno a ella, un mismo espacio ¿Se quedará con ellos? Hilarante, sencilla, profunda y a color. Creo que mi película favorita del cine español.
Texto de Brenda Bascones