Sesión Martes 2 de junio de 2020. La canción del camino (1955, Satyajit Ray)
En El Balcón Vacío, la película de la última sesión del cineclub, vislumbrábamos los horrores de la guerra a través de las experiencias de una niña. Esta mirada infantil también va a ser protagonista en Pather Panchali (La Canción del Camino) en la que, a través de los ojos de Apu se nos narra la vida en una pequeña aldea bengalí en los años 20 del siglo pasado.
A partir de esta premisa aparentemente sencilla se despliega ante nosotros una película de un lirismo y una belleza desbordantes. Personajes entrañables, un gusto exquisito en la composición de cada plano, humor, amor, magia, misterio. Todo esto es Pather Panchali.
Pero también es un viaje. Un viaje por el ciclo de la vida que debe continuar sin importar los obstáculos que encontremos en el camino. Y en el que acompañaremos a los protagonistas con una naturaleza arrolladora como testigo y al ritmo de la delicada banda sonora de Ravi Shankar.
Texto de Ana Esteban
Otras propuestas que se hicieron para esta sesión:
Recién llegada a México, Gabriela, la protagonista de nuestra anterior película, seguramente pudo ver anunciada El gran dictador en los carteles de los cines del DF. Los años previos, Charles Spencer Chaplin se había hecho enormemente popular (¿es el cine cultura popular o arte?) interpretando a un vagabundo de modos refinados pero torpes que derrochaba ternura. Y dignidad.
Con un bigote similar al del vagabundo antes mencionado, Adolf Hitler había establecido un régimen totalitario en Alemania y había invadido Polonia. Charles, que era medio comunista y creía que el capitalismo provocaba matanzas en masa, decidió hacer una película política aprovechando aquel parecido físico.
El gran dictador es la historia de un barbero judío y un dictador despiadado antisemita. En El balcón vacío veíamos a una niña rodeada de cosas de adultos. En El gran dictador los adultos hacen pantomima, y la sátira es de lo más infantil y payasil. Claro, hay que tener en cuenta que Charles no sabía que la realidad terminaba con Adolf exterminando sistemáticamente a diez millones de civiles. Eso hay que tenerlo en cuenta, claro... ¿Es esta la película más antifascista de la historia? Pero... Pues igual sí. ¿Por qué? No es la valentía histórica del director. No es que sea una crítica feroz, ácida y corrosiva, como seguramente describa la sinopsis del ABC o de El País. Para nada.
... Sí es propaganda. Propaganda política directa a base de puñados de delicadeza y dulzura. ¿Es eso posible?. Sí. Infantil y payasil. Y dignidad.
Con otras pelis antifascistas uno está plenamente de acuerdo. Y luego se le olvidan. A El gran dictador se le olvida, a la película, cada dos pasos, de qué tiene que convencerte. Y aún así... o debido a eso... arte para el pueblo pero con el pueblo. ¿Hace falta que se la expliques al espectador de la época? Al fin y al cabo, "lo siento, pero yo no quiero ser emperador".
Texto de Asier Lafarga
En La tumba de las luciérnagas ( Hotaru no Haka, Isao Takahata, 1988) se hacen presentes multitud de ecos que nos recuerdan a otras de las películas que han pasado por el Cineclub durante los últimos dos meses: una historia narrada desde un el punto de vista infantil, la presencia de paisaje como un personaje más de la trama, los cuidados en el centro de la trama argumental, la ambientación en un momento que, pese a conocido a nivel histórico, nos resulta lejano a nivel cultural... Todo esto, formalizado mediante la preciosa animación que caracteriza los mejores trabajos de Studio Ghibli.
Ambientada en la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), Seita y Setsuko son hijos de un oficial de la marina japonesa que viven en Kobe. Un día, durante un bombardeo, no consiguen llegar a tiempo al búnker donde su madre los espera.
Texto de Elena Blesa
En la película de la semana pasada, la protagonista, Gabriela, trataba de recuperar sus recuerdos, de reconstruir una identidad que nunca tuvo tiempo de construirse, que le pasó sin que ella la eligiera.
El caso de la protagonista de “Yo no soy de aquí” es diferente, inverso, ya que su batalla con el pasado no es por haberlo olvidado, sino por permanecer allí. Por olvidar el presente. Josebe es una vasca emigrada a Chile durante el franquismo y ahora, aunque hayan pasado 70 años, su mente la devuelve a Rentería, a los bailes en la plaza, a una infancia agradable.
El Alzheimer no le permite recordar que ya no está en casa, pero su carácter sigue intacto, forcejeando con las limitaciones que su enfermedad impone a su forma de ser. Tan tierna y a la vez tan dura, como la película misma, viendo a Josebe podemos entender aún mejor el infierno de Gabriela, que intenta rebuscar en los tiempos que nunca se olvidan, y el problema es que nunca formaron parte de ella.
Texto de Sara Juárez
En el balcón vacío experimentábamos un viaje de vuelta a la Guerra Civil y a una España presentada a pinceladas, a través del puzzle imperfecto de un recuerdo, desdibujado por la distancia del exilio, por la ruptura con los canales para recordar, por la dolorosa pérdida de la infancia. Aquí el relato del pasado se componía desde ese juego subjetivo de ida y vuelta que son los viajes de la memoria, fragmentos que además en este caso son rescatados desde la mirada de una niña.
La infancia, el choque con la dureza de la vida y la toma de conciencia conviviendo con la inocencia y el juego, la forma de leer y de contarnos el mundo entonces y de recordar después esas experiencias, como fogonazos de momentos intensos, me llevó a la película The Florida Project.
En este caso es un salto a otra dimensión, otro espacio, Estados Unidos, otro tiempo (iba a decir el momento actual pero no sé si esto tiene ya sentido) y otros ritmos. La historia de la comunidad en un motel violeta, estridente y marginal, cercano a Disneyworld y poblado de niños que nada tienen que ver con la infancia edulcorada de la fantasía de cartón piedra.
Una historia contada como un torbellino desde la mirada de los niños, (esto último me lo apropio de algo que he leído pero me encantó), un maravilloso retrato de un olvido: la infancia.
Texto de Yolanda Riquelme