Sesión Martes 14 de abril de 2020. Céline, 1992, Jean Claude Brisseau.
A la pregunta “¿cómo olvidar?” (o “¿cómo cambiar de vida?”, que a veces podría ser lo mismo), Brisseau responde haciendo una peli. Una peli que funciona como el consejo de un amigo que solo se comprende un poco más tarde, cuando uno se da cuenta de que empieza a dar sus frutos. En Céline hay una joven que no puede olvidar y una enfermera que tampoco podía olvidar pero que después logró olvidar y que, entonces, se encarga de hacer olvidar a los otros. Y, como Robinson a Viernes (pero todo lo contrario), se dedica a educarla en ¿la vida? o, al menos, en salir al jardín de su casa, en quemar las cosas que ya no le apetece tener. Le transfiere su experiencia. Ése es su don. Y aunque las relaciones basadas en cuidados tienen fecha de caducidad, duran lo que dura el dolor y terminan con un gesto de egoísmo (a veces), aquí la salud no engendra rencor, sino gracia. Pero eso mejor descubrirlo viendo la peli.
Texto de Rafael Vidal.
Otras propuestas que se hicieron para esta sesión:
La amenaza que siente Robinson en la película de la semana pasada es algo así como un postulado. Cuando la presencia del ser humano está latente y no se dedica a mirar bichitos, Robinson está lleno de miedo; miedo de perder su puesto en el mundo más que su vida, aunque también. Que se sienta amenazado, de quién se siente amenazado y por qué son problemas que se me aparecían todo el rato viendo la peli. En Zulú hay otro inglés (me encanta la cara de Michael Caine y su peinado que parece tan absurdo y relativo en ese descampao africano) intentando mantener el tipo y la amenaza es clara, aunque misteriosa. Qué empeño pueril por llevar la fucking civilización a todas partes. Qué seriamente se toma Caine ese juego en esta peli que tiene un toque tan raro de western.
Texto de Cristina Fernández.
Hay varios tópicos que se comentan periódicamente en cuanto al cine de zombies: si los vivos son más peligrosos que los no-muertos, si el género es más sátira social o es más explotación gore, o el más importante, cómo, a estas alturas de la vida, puede interesarle a nadie ver otra peli del mismo tema. Eso es algo que el propio director tuvo que tener en mente cuando se decidió a adaptar la novela previa, escrita cuando la moda zombi aún se mantenía en activo. Mi respuesta es otro tópico: los zombis son solo un pretexto para plantear un mundo en el que las normas que conocemos ya no imperan, como el western o la fantasía épica, pero sin tender tanto a lo viejuno o lo nerdo. Y eso es lo que aquí tenemos, un survival que va más de estarse uno en su casa que de huir campo a través de quienes quieren comerte vivo. Quizá sea redundante para estos días de confinamiento. O quizá, el momento más oportuno. Más que ponernos a pensar, mientras la vemos, "¿qué es lo que haría yo?", ahora cabe decirse "eso es como lo que estoy haciendo". Claro que sin la parte de comerse a la gente y tal (a no ser que tus compis se metan sales de baño). Total, que va de la soledad, de tener cuidadito, de hacer deporte indoor, de mantenerse creativo, de conocer a tus vecinos, y de darle de comer al gato. En definitiva, de ser Robinson en un piso. La historia personal del protagonista y su expareja, la verdad es que me da igual, y si el final es feliz o triste, casi que es lo de menos. Pero lo de "voy a saltar al piso de al lado a ver si se han dejado raviolis en lata", jope, con eso sí que empatizo mazo.
Texto de José Luque.
Como Robinson Crusoe a la inversa, o Robinson Crusoe desde el punto de vista de Viernes, el "salvaje". Un niño que lleva prácticamente toda su vida abandonado a su suerte y sobreviviendo en los bosques es encontrado y capturado por la civilización, observado por la ciencia y forzado a recibir una educación con el objetivo de integrarse en la sociedad. Al comienzo de la película el niño es trasladado a un centro de niños sordomudos, donde se convierte en el diferente entre los que ya son considerados diferentes. Las características animalescas del pequeño no impiden que nos identifiquemos con él desde el inicio, transportándonos a la infancia y recordándonos el esfuerzo y frustración que conlleva el aprendizaje, (y a veces también la dureza ejercida por los maestros).
Texto de Bárbara Morán.
Me acordé de esta película porque, al igual que Robinson Crusoe, trata de un tipo que está solo en una isla. Un tipo que está bastante desesperado y aburrido hasta que un cadáver llega a su costa y se convierte en su mejor herramienta y amigo. Un poco lo que pasaba entre Robinson y Viernes, pero esta vez así muy posmoderno todo. De modo que, literalmente, Harry Potter sirve de abrelatas, arma defensiva o lancha motora, así como de compañero de borracheras. Una película que, aunque también trata cosas feas como la soledad y la tristeza, aborda sus temas desde el humor y el absurdo. Una rareza que, de alguna manera, se las apaña para mezclar los chistes de pedos con el sentido de la vida.
Texto de Sara Juárez.