El vitalismo que vemos en su cine está estrechamente ligado a su propia vida: el pasado año cumplió los 95, y no parece que quiera abandonar la cámara, ya sea digital o analógica, que le ha acompañado desde su llegada a Nueva York en los años 40. Mi amiga apostilló en último término una suerte de idealismo muy similar al que refleja la voz de Mekas en sus películas: 'estoy segura de que Mekas en su lecho de muerte se irá en paz, con la certeza de haber sido un hombre honrado...sin embargo, un compañero y cineasta de su generación: Peter Kubelka, morirá como un ángel caído, y es que en una de sus primeras películas se podría decir que casi 'aniquila' el cine con fundidos en blanco como metralletas, a lo Malevich... (¿no son Mekas y Kubelka dos modos antagónicos de enfrentarse al cine, ambos europeos, cercanos al holocausto, pulsión de vida y pulsión de muerte?).
Un lugar común sobre el cine de Jonas Mekas es que todas sus películas son iguales, al menos las que grabó hasta comienzos de siglo con su bolex. En cierta medida esto es cierto, sin embargo es en la semejanza es donde encontramos las diferencias. Outtakes of the Life of a Happy Man se trata de imágenes descartadas de algunas de sus películas, narradas mediante la voz en off de Mekas en el momento de la edición. Un ejercicio de memoria por el que recorre cuarenta años de su vida en apenas una hora de película. Vemos a Mekas tras la moviola, se graba de noche mientras trabaja, y uno piensa en la sensación que le produce al cineasta el contacto con sus viejos materiales, como si en unos instantes todas esas imágenes reescribieran su memoria.
La armonía que busca en las idas y venidas de su espíritu y las de su discurso, el sentido en movimiento que recorre las palabras, la ideal correspondencia de las ondulaciones de su pensamiento, plasmado en palabra e imágenes que, tomadas individualmente, ya no cuentan, y el nuestro, no tienen pues otro objeto que reproducir el ritmo de su pensamiento, y ¿qué es este ritmo sino el de los movimientos nacientes con su cámara sobre su pecho, apenas conscientes, que le acompañan? Añadida la palabra, todo el arte de Mekas consiste en esto.
Yi Yi, la anterior película que vimos en el Cineclub Chantal, tenía como objeto mostrar tres vidas de una familia cualquiera de Taiwan: padre, hija e hijo, cada una con su propio recorrido, en un breve lapso de tiempo y sin apenas entrecruzarse. Sin embargo existía una unión muy fuerte entre padre e hijo: una cámara que el primero regalará al segundo y con la que este realizará fotos de todo aquello que está vedado a la mirada (las nucas de compañeros y familia y los mosquitos de su hogar). EnOuttakes from the Life of a Happy Man Mekas dice así: 'hace mucho, mucho tiempo, yo estaba…sentado en la cama, junto a mi padre, debía tener tal vez cinco años, tal vez cinco años, y le contaba, le cantaba, con esa especie de voz cantarina, lo recuerdo muy nítidamente, como si fuese hoy, le contaba, le cantaba, lo ocurrido durante el día, lo que habíamos hecho en el campo, habíamos ido al molino, cada detalle del día se lo cantaba a mi padre con tal intensidad, con tanta implicación… me sentía completamente transportado... por aquella recreación del día… hasta el menor detalle esencial del día, lo recuerdo muy nítidamente, y sé que todo lo que hago ahora, todo lo que he hecho desde entonces, es un intento de alcanzar, de recuperar, ese grado de intensidad, ese grado de cercanía con la realidad... al mirar, al cantar... lo que está ahí, ante nosotros, justamente ahí, cada detalle, cada detalle… del día, y es…la felicidad'.
Pareciera como si Mekas fuera aquel niño de Yi Yi que hace fotos siempre por primera vez.
La veremos el martes 17 de abril a las 20h en la sala 3.11 de el Csoa La Ingobernable.