Un joven muchacho, Roberto, se ve envuelto en las corredurías de Bruno, hombre de mediana edad, vividor y pendenciero. Sin alternativa alguna, pues como veremos mediante su propia voz en off, que manifiesta una enorme incapacidad de hacer lo que se supone que debe de hacer, Roberto iniciará un viaje en coche junto a Bruno donde la Italia resurgida tras la posguerra y el neorrealismo no solo servirá como contexto sino que cobrará una importancia tal como la de los dos protagonistas (como aquel Brasil de Macunaima).
Sus protagonistas, tan extrañamente usuales y desdeñosamente familiares, corren el riesgo de ser tan solo meros arquetipos (en especial el vividor Bruno), cuya amistad construida a lo largo de la película, entonces, sería una mera prolongación de estos, y hete aquí mi duda: si Bruno es tan solo un monigote alto y carismático con el rostro y la voz llenos de cicatrices, -que yo no quiero que así sea- pero que se ocultan tras el garbo y la eterna juventud de un hombre que, en el fondo, tras su provechosa fachada, y como él confiesa, es un fracasado.