Mientras que El botón de nácar sitúa a la naturaleza como testigo, Noche y Niebla construye un relato del horror diferente, más centrado en su dimensión sistemática, burocrática, apoyándose en la imagen cruda testimonial. Y ante todo habla en términos humanos, apelando a la responsabilidad colectiva sobre la historia y el presente.
El título del documental hace alusión al nombre eufemístico que se daba al decreto del régimen nazi, que contenía directrices para la eliminación de oponentes políticos. También es el título del poemario del que parte la película, escrito por Jean Clayrol, un poeta superviviente de Mauthausen, que acompaña con sus palabras las imágenes.
La película resulta un golpe certero a la conciencia y la memoria, un examen poético y pausado de la tortura, la humillación y el terror de los campos de concentración de entonces y un aviso para no perder de vista lo que siempre está ocurriendo a nuestro alrededor.
Una película dura y necesaria que nos abre los ojos ante la aniquilación meditada, planeada fríamente en términos de negocio, fundada en la máxima de “destruir productivamente”, instándonos a mantenernos despiertos.