La semana pasada vimos Simone Barbes ou la Vertu de Marie-Claude Treilhou; maravillosa película en la que las mujeres llevan la voz cantante y desactivan con desparpajo toda posible agresión de los muy pesados habitantes masculinos de la noche. Esta semana vemos una película bien diferente en la que la voz cantante la lleva una niña que nos cuenta la relación de una hija con su padre. La película expone, comparte y también trabaja las violencias cotidianas que operan en la formación de la identidad de una mujer en el contexto de esta cosa que llamamos el patriarcado occidental. El cine también puede ser esto: Nadar o Ahogarse, de la cineasta norteamericana Su Friedrich, una película a mi entender de una inteligencia y valentía inusitadas.
Su Friedrich – a través de la voz infantil – rememora, narra, hace cuento, poetiza su experiencia vital con su propio padre. Una hija que habla y que habla de este modo de su padre - esto es casi un evento cinematográfico por lo inusual. Los relatos, los episodios, los minicuentos se acompañan de imágenes a veces coincidentes, a menudo oblicuas o disidentes. Entre la narración y las imágenes, engarzadas a paso ligero o a brazada ligera, siempre quedan espacios para que cada cual nade a su manera la relación entre palabras y documentos visuales.
Diosas mitológicas, Schubert, un alfabeto al revés, lecciones de nado en piscinas y lagos, niñas que hacen la primera comunión, imágenes de archivo, la trompa de un elefante, desprecios, un diario, un desierto, unas mujeres que se besan en una ducha, amenazas y torturas, una mano que se abre y deja escapar las semillas voladoras de una flor, una carta mecanografiada, un hospital, un Adonis de playa, la televisión, una emancipación parcial. Todos estos elementos resuenan entre si y forman parte de un todo coherente. Es una coherencia en la que nada sobra y que a su vez no totaliza. Bocanada de aire y a seguir nadando. Hacer cine o ahogarse. Ver cine o ahogarse. Hablar de películas o ahogarse.