Sesión de Cine Club Chantal de 30 de abril de 2019, en CSA La Ingobernable a las 20´00 h. Muy poco de lo mejorcito, y mucho de lo peorcito de cada uno de sus personajes da pie a situaciones hilarantes, un humor negro de esos que provocan risas a medio gas. Que una se pregunta “esto me ha hecho gracia, no?”. Pero lo más destacable y lo que realmente impacta al espectador, no es tanto qué sucede sino la mirada que Solondz vierte sobre los responsables de esas acciones. Quizá por esto, pese al éxito de crítica y cantidad de premios en festivales, Happiness no fue del gusto de muchos estómagos. Algunas críticas la calificaron como el retrato benévolo de un pedófilo y Sundance se negó a incluirla en la programación. La distribución fue también muy costosa, pero aun así, sigue considerándose como uno de los mejores títulos del cine independiente. En palabras del propio director: "La pedofilia no es tabú en el sentido de que no se puede hablar del tema. El problema, a diferencia de otras películas que hablan de los pederastas, es que yo no los demonizo. Vivimos instalados en la histeria, y eso ha cambiado las relaciones entre adultos y niños. Para mí, el reto fue cómo conseguir que alguien pudiera sentir un mínimo de preocupación por una persona que suele suscitar un rechazo visceral". Resto de filmografía que recomiendo encarecidamente (incluso las que todavía no he visto):
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Margarita y el lobo. Sesión de Cine club Chantal 23 de abril de 2019 CSA La Ingobernable a las 20h. Este mediometraje es, por un lado, una crítica al discurso de la felicidad propio de la sociedad industrial y de consumo que la España los sesenta pretendía alcanzar, pero sobre todo, un alegato feminista contra los convencionalismos que ataban a las mujeres a una vida de renuncia a sí mismas. Margarita se separa de su partidazo-marido-tecnócrata Lorenzo, tras haber sufrido en sus propias carnes el fracaso de un matrimonio que debía dar sentido a su vida, pero ha resultado ser solo un modo de cercenar todos sus deseos y proyecciones. La necesidad de una sexualidad libre, los estereotipos de la masculinidad y feminidad, el machismo que atraviesa cada espacio de su vida, la amistad y el lesbianismo como alternativa, son algunos de temazos que Cecilia Bartolome aborda, sin censuras, sentimentalismos, ni victimización alguna. A nivel técnico la peli a ratos abraza lo experimental, con un ritmo muy rápido, en el que la vida de Margarita, se entremezcla con metraje documental de esa España nacional católica del Dictador, contrapuesta a imágenes de modernidad y progreso. La radicalidad y la explicitud con la que Cecilia trata la necesidad de una ley de divorcio que no llegará hasta 1981, el anquilosamiento de una burguesía que apesta a naftalina, la educación católica y militar, el acoso sexual de los hombres general, que hoy nos da escalofríos y ganas de vomitar... es tan directa y tan sin censuras que fue recibida como un peligro por el profesorado de la Escuela de cine que, ya desde su presentación, la vió como un peligro potencial. En palabras de la propia directora: “Margarita y el Lobo fue tan prohibida que me incluyeron en una lista negra y al salir de la Escuela no pude trabajar con mi nombre, teniendo que dedicarme a la publicidad y a rodar documentales industriales. Presenté un proyecto de película con la firma de José Luis Borau, pero en el ministerio descubrieron que yo estaba detrás y tampoco lo autorizaron. Tengo un machete de mi época africana y a veces pensaba en cogerlo e ir a protestar”. La película es una crítica hilarante a la España mojigata del desarrollismo, que se mueve entre la tragicomedia y el musical surrealista. Margarita, como Caperucita, huye de su fatal destino para encontrar un espacio propio, como el de la Woolf, en el que poder ser libre. Cecilia Bartolomé (1943) es directora, guinista y productora de cine y audiovisual. Nació en Alicante y se crio en la que entonces era provincia española de Fernando Poo, actualmente Bioko, en Guinea Ecuatorial.
Abandonó sus estudios de Ciencias Económicas para formarse en la Escuela Oficial de Cine en Madrid, donde se diplomó en 1969 con Margarita y el lobo, con lo que se convirtió en una de las primeras mujeres diplomadas en la Escuela de Cine en los años sesenta, tras las también directoras Pilar Miró y Josefina Molina. Pionera total en el cine español, además de por ser de las primeras directoras, por los temas que trata y el modo en que lo hace. Sin concesiones a la puritana moral de la época, ni a la ausencia total de libertad en la que viven las mujeres españolas. Un hombre de clase alta conocía la frustración, al menos, en la imposición del cumplimiento de cierta norma moral o religiosa, que le imponía su sociedad. Una de las muchas normas que imperan para todos, para unas más que para otros, pero de las que él ya conocía el truco, la vuelta de tuerca, que le permitía, por un lado, separarse irónicamente, y por otra, hacer, desde su posición de poder, lo que le venía en gana. Y así solía ser para los hombres; la castidad, la fidelidad y muchos otros imperativos estaban solo sobre el papel, y de forma tácita se sabían eximidos de su cumplimiento. Pero había algunos, como el honor o el santo matrimonio, sobre los que tenían que rendir cuentas. Y sobre este absurdo se construía la sátira que vimos la semana pasada, “Divorcio a la italiana”, que aunque desde luego construía una crítica divertida y acertada, una no puede dejar de sentir cierto desasosiego al ver cómo estaban representadas las mujeres en esta película. Y es que, si el protagonista era perfectamente consciente del ridículo de mantener una unión, que se había convertido en una situación desagradable, al menos para él, y del absurdo de responder ante coordenadas morales, que poco o nada tenían que ver con lo que a él le interesaba en la vida, no percibía, como suele ser habitual, lo que ello conllevaba para aquella otra parte de la cuestión cuya vida se organizaba orbitando a su alrededor. La promesa de una vida, para una mujer, ya que la experiencia propia le habían enseñado que poco valía, se encontraba siempre de la mano de un hombre. Y tenían que aferrarse a eso, porque era el único horizonte que existía. Pensando sobre una película que pudiera compensar esta carencia en la representación de la visión de la otra parte (ya decía Adrianne Rich que objetividad es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina), me acordé de “Función de noche”. En esta película, un docudrama del año 1981 dirigido por Josefina Molina, presenciamos la conversación de una mujer, Lola Herrera, con su ex-marido, en la que realizan una disección de las motivaciones, problemas, errores y demás componentes de su vida en común. Esta premisa puede parecer irrelevante más allá de lo morboso, pero el relato trasciende a sí mismo al enmarcar la “estafa”, que así la llaman, a la que se habían descubierto sometidos por la sociedad en la que les tocó vivir. Y, como siempre, la mujer sale peor parada. La película se graba en el momento en el que la actriz se encontraba interpretando a Carmen, la protagonista de “Cinco horas con Mario”, una obra en la que una mujer mantiene un monólogo mientras vela el cuerpo de su marido. Al igual que en la película, este monólogo sirve de alguna manera para “rendir cuentas” con su matrimonio, desvelando a las claras la falta de comunicación, que solo tiene lugar cuando uno de los partícipes se encuentra de cuerpo presente. en La representación de la obra supuso para la actriz el descubrirse reflejada en su personaje, proceso que llevo a la necesidad de ponerse al día con su yo del pasado. De todo esto emerge una película recorrida por la asimilación de su falta de agencia, como ella misma dice, “vivir para los demás, ser honrada y decente para complacer, no porque apetezca”, por la pasividad y la abnegación inculcada, el cercenamiento de la conciencia propia y su expresión. “Pasar la vida esperando a que te adivinen, y adivinando a los demás”.
Os esperamos este martes a las 20:00 h en la tercera planta de La Ingobernable, Calle Gobernador 39, para verla, comentarla y pensar juntas la siguiente película. Muy buenas, soy Chiara, una chica italiana. Mientras se hablaba de “Bianca” de Nanni Moretti en la sesión pasada del Cineclub Chantal, me acordé de “Divorzio all'italiana” de Germi porque pensé en cómo ambos directores, a pesar de pertenecer a épocas diferentes, consiguieron crear una comicidad amarga: una ironía noir que nos puede llevar a preguntarnos si las acciones bizarras de los personajes son el fruto de su carácter en sí, o más bien la inconsciente consecuencia de la estructura social y cultural a la cual pertenecen. Divorzio all'italiana (1961) es una película de Pietro Germi. Perla del cine italiano, nace como cómica contestación sobre el llamado ‘delito de honor’. En Italia, de hecho, el artículo 587 del código penal, que estuvo vigente hasta 1981, reducía la pena de un homicidio cometido por ‘honor’ a sólo tres (máximo siete) años de cárcel. La historia, ambientada en Sicilia, habla de Ferdinando Cefalù (Marcello Mastroianni), un aburrido y decadente barón casado con Rosalia, mujer fiel pero bigotuda, que de repente se enamora de su prima Angela (Stefania Sandrelli), muchos años más joven que él. Ante esta situación, el barón decide elaborar un plan para fingir un crimen de honor contra su mujer, y así librarse de ella sin demasiadas consecuencias legales. Con un reparto de oro y un guión que obtuvo el Oscar al mejor guión original, Pietro Germi consigue contar de forma irónica temas muy serios, sumergiendo al espectador en una atmósfera a ratos paradójica. La historia se desarrolla en el pequeño pueblo siciliano de Agramonte, donde las voces de los rumores se funden con los cantos repetitivos de los vendedores ambulantes. Los matices claros obscuros del árido paisaje están pintados de un tormentoso calor que nubla la acción y deja en la boca el sabor de una amarga sonrisa. Inigualable ocasión para reflexionar sobre temas culturales de un pasado (reciente) que ha dejado marcas muy visibles en la actualidad.
Os invito a ver esta película para disfrutarla y comentarlas juntas, el Martes 9 de Abril a las 20.00 en el Cineclub Chantal, en la Sala 3.11 (tercer piso) del CS La ingobernable (Calle del Gobernador, 39, 28014, Madrid). Bianca es la película de Nanni Moretti que pone en juego todas las obsesiones del cine de directores italianos. El protagonista es su alter ego Michele Apicella, profesor de matemáticas en un instituto experimental surrealista formado por estudiantes altamente capacitados donde el protagonista se encuentra completamente fuera de lugar. Michele vive solo y está lleno de manías y fobias: un higienista en exceso, un perfeccionista, un observador casi obsesivo de la realidad y de las personas que lo rodean, un narrador de las vidas de otros que incluso juzgan con los zapatos. El director combina el voyerismo de Hitchcock con la obsesión, en una película con una deriva grotesca de la tradición italiana que se esconde detrás de la fachada cómica, una tragedia profunda relacionada con la incapacidad de estar con otros. Os esperamos para ver “Bianca” este martes 2 de abril, a las 20h en la sala 3.11 (tercera planta) de CS La Ingobernable.
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